Eduardo Galeano en la Memoria del Fuego describe el
nacimiento del cedro americano (Cedrela Odorata) como “el árbol
sagrado del que fluye la palabra”. Y
concluye que “quienes no supieran escucharlo, volverían a ser no más que tierra
despreciada”.
En política la palabra es fundamental para explicar y argumentar tus
posicionamientos y medidas para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía,
pero igualmente es imprescindible escuchar.
Hoy en día no se entendería ningún proyecto político cuyo paradigma no esté radicado
en escuchar con empatía los problemas para buscar las mejores soluciones.
En la historia de España muchos se
han apropiado de los acontecimientos y de las palabras con las que se
describen, incluso con la intencionalidad de pervertir la realidad, para
describirlos de tal manera que la inmensa mayoría de la ciudadanía que se
interesa superficialmente de los mismos, considere que las versiones tan
dispares de unos y otros son fruto de la confrontación y no de la realidad histórica.
Los hechos deberían ser los hechos,
sin discusión, entorno al 18 de julio
aún salen a relucir en este país las bondades que los nostálgicos nos quieren
justificar sobre la figura del dictador Francisco Franco. Aún se pueden ver
actos de homenajes y manifestaciones en el Valle de los Caídos, para vergüenza
de todo el que se pueda considerar demócrata.
Los hechos históricos son los que
son y parece increíble que autores como Paul
Preston o Gabriel Jackson nos hayan tenido que recordar a los españoles, el
primero en “El holocausto español, odio
y exterminio en la Guerra Civil y después” y el segundo en “La República española y la Guerra Civil”
que en 1936 hubo un golpe de Estado militar contra la 2ª República, porque tras
un gobierno de derechas volvió a ganar las elecciones la izquierda y no se
aceptaron los resultados democráticos.
Que hoy en día muchos de los españoles
a los que se preguntan no sepan; que la
derecha gobernó en la República, cómo comenzó
la Guerra Civil o las barbaridades y el holocausto que el Dictador Franco provocó en este país, no deja de
ser una anomalía democrática que debe corregirse.
Ni en Alemania ni en Italia se les
ha ocurrido discutir si Hitler o
Mussolini pueden tener un mausoleo para su memoria y reconocimiento, o si
las calles y los pueblos pueden estar salpicados de placas y escudos que
homenajean su figura. Por ello parece poco riguroso que no se acabe de una vez
por todas con este falaz debate de no remover la historia, de olvidar y mirar
al futuro. Mientras no se corrija esta injusticia incomprensible nadie debería
discutir esta evidencia por muy fanático de derechas que pudiera considerarse.
Que la Diputación de Cáceres esté realizando un catálogo de los vestigios
franquistas de todos los pueblos de la provincia para su eliminación y que haya
conseguido recuperar los restos de los asesinados y tirados en la fosa de la “Mina
Terría de Valencia de Alcántara” es un orgullo, el que lo dude que hable con
Conchita Viera, nieta del asesinado alcalde Amado Viera.
En esto los socialistas debemos ser
firmes y mostrar tanta robustez como la madera
de un roble, roble (Quercus robur)
que nos recuerda a Guernica, donde la imagen de Picasso también nos ilustra las
palabras de la barbarie que algunos han olvidado o no han querido reconocer.
Sin duda el Valle de los Caídos no puede seguir siendo el valle de la
exaltación, debería ser el de la definitiva reconciliación, para que como
afirmaba Galeano no sea tierra
despreciada.
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